Asistía a una lectio brindada por un señor muy sesudo y reconocido en un tema, a un público de especialistas. Su exposición era precisa y muy bien soportada por diapositivas, en las que quedaban claros los puntos clave y sus detalles . Cuando estaba a punto de concluir la primera parte de su plática, escuché: “…y para los que tengan una forma visual de aprendizaje, aquí está la síntesis“; y a continuación ofreció una serie de diapositivas sintéticas, metafóricas y ligeras.
Escuché dos reacciones en el público (numerosísimo): una muy buena parte, salió de su sopor, y, a la vista de la nueva oferta expositiva, se removió en su asiento, relajó los músculos en plan sonrisa y fijó de nuevo ojos y mente, en la proyección. “¡Que bien, ha pensado en mí!”, escuché a un señor tres filas más atrás; otros, sin embargo, encontraron redundante el gesto, tal como la señora que tenía a mi derecha: “¡qué manía con hacer diapositivas de digestión fácil, como si fuéramos críos!”
El patrón tradicional de educación se ha fraguado en una cultura muy lectora (muy auditiva) y creemos que “esa” es la manera. Sin embargo, en toda familia, en todo colegio, en toda empresa, cada persona tiene unos rasgos cognitivos, que le permiten estructurar , seleccionar, interpretar, conceptualizar, y resolver contenidos de una manera concreta. Una clasificación muy extendida (Bandler y Grinder) es la de los visuales (imágenes, mapas, diagramas, símbolos…), los auditivos (sonidos, palabras) y los kinestésicos (gusto, olfato, tacto, sensaciones, sentimientos). Tener esto en cuenta, requiere ser conscientee de la diversidad , aceptarla y adaptarse a ella. Y ayuda a ser más eficaces en la transmisión de un mensaje.
Araceli Cabezón de Diego
De lo más refrescante Ara!! Gracias x compartirlo
🙂