Es una historia divertida de tres seres singulares unidos más por casualidad que por voluntad propia. Recuerdo no haber sentido al verla más que un tierno regusto de comedia bien hilada, hasta que llegó la escena del viaje. El estrafalario trío formado por el neurotiquísimo escritor Melvin Udall (Jack Nicholson), la sufrida camarera y madre soltera de hijo asmático Carol Connelly (Helen Hunt), y el artista Simon Bishop (Greg Kinnear), un alma cándida y bastante «pupas», emprende un viaje a Baltimore para visitar a los padres de éste, con quienes mantiene una relación tortuosa, en busca de apoyo financiero para sufragar los gastos médicos originados por una paliza «a domicilio» con que le obsequiaran unos ladrones.
Tan impar como forzado, el trío se ve obligado a convivir durante un tiempo en el reducido espacio de un coche. Al cabo de unas horas, Simon, vendado copiloto de Carol, siente la necesidad de hablar de la naturaleza de su relación filial y es ahí donde se produce uno de los mejores ejemplos de escucha que me atrevo a recordar. Para Simon la confesión era difícil, y, a pesar del boicoteo de Melvin, Carol sabe que es importante para él y decide escucharle. Al principio vemos pendulear su mirada: al frente como conductora prudente, a la izquierda como confidente interesada; abre los ojos, asiente, escucha; Simon sigue adelante en un relato costoso para él, comienza a emocionarse, y en ese momento ocurre: Carol para el coche, deja de mirar al frente, declara que quiere escucharle, se vuelve por hacia él y se entrega por completo, en cuerpo y cabeza a la escucha de su interlocutor.
Si alguien quiere aprender a escuchar, que vea, analice y copie. ¡Mejor imposible!
Araceli Cabezón de Diego
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