Durante un paseo reciente por el espectacular litoral de la costa de Bizkaia, observé lo que describí a bote pronto como “la ola que surgía de la nada”. Y lo hice en voz alta, lo que a veces puede tener consecuencias, como tener la osadía de escribir en este blog.
Por pura deformación académica me vino a la cabeza la razón por la que en un punto alejado y aislado de la primera línea de playa se producía ese fenómeno, es decir la relación entre la altura de onda generada por la fuerza del viento y la profundidad del fondo marino. Esa ola no surgía de la nada, se producía en ese lugar porque se topaba con un fondo próximo pero invisible a la vez.
Llevo seducido desde hace unas semanas con la lectura de la novela del japonés Murakami “La muerte del comendador”, y a vueltas con el uso de la metáfora que el reconocido autor lleva en esta novela hasta el límite de confundir realidad y ficción. Las cosas no suceden porque sí, o suceden solas, o son el resultado de un golpe de suerte. El esfuerzo, la capacitación y el trabajo previos son las bases para la obtención de resultados, son como ese fondo marino próximo e invisible que hace que la ola rompa sí o sí.
Son tiempos de reflexiones hechas con premura y ligereza. Congratulémonos por los resultados obtenidos en nuestra vida personal y profesional, esa ola que rompe perfecta en ese punto del mar, pero hagámoslo valorando y apreciando en mayor medida todo el trabajo y esfuerzo dedicados a la obtención de los mismos, ese fondo marino invisible sin cuya existencia la ola no llegaría a romper nunca en ese lugar.
Txema Bilbao
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