Viernes de cine

Hoy toca «viñeta de cine». En enero de 2012 iniciamos una serie de entradas inspiradas en una película o una serie. Esta de hoy es la nº 111. Pero hoy no voy a hablar de una película que he visto, sino de una que quizá algún día se haga, en caso de que unas «memorias» que acaban de empezar a escribirse, cayeran en manos de un guionista que se animara a llevarlas al cine.

Así empezaría…

«Vine a este mundo en Deba en el año 1939, en la vivienda que estaba enfrente del Ayuntamiento en un rincón que le llamaban «el txoko» y que si no me equivoco, estaba junto a un pequeño frontón. Ya tenía un hermano de dos años. Como decía ama es lo que aita y ella querían: primero un chico y después una chica y así sucedió.

Los tiempos eran difíciles en esos momentos posteriores y a la vez recientes de la guerra civil. La enfermedad del tifus estaba presente en muchas familias y también nos tocó a nosotros. Así que aita nos dejó: a ama con dos niños y el cielo y la tierra por delante; a mi hermano con dos años y a mí con dos meses.

Respiré la brisa del mar en los paseos que no cabe duda me dieron. Estuve en brazos de aita y a veces me parece que siento esos abrazos. Tuve muy próximos el dolor y el llanto de ama. Me dijeron años después que yo lloraba mucho; tal vez quería acompañarle en su dolor. (…)».

Sería una película que contaría «una vida» a través de algunos fragmentos. Sería un relato parcial, sesgado por la propia selección de las escenas y por la falta de nitidez de muchos recuerdos. 

Como todos los relatos que nos contamos y que contamos; inevitablemente incompletos, subjetivos y «borrosos». Con esos relatos funcionamos, sin mayores problemas en la mayoría de las ocasiones. Lo único importante es ser conscientes de que esas historias que elaboramos tienen sus limitaciones. Y por eso, a veces, cuando queremos ganar perspectiva, nitidez y acercarnos a «la realidad», necesitamos complementarlos con los de otras personas.

Ane Agirre