Hace unas semanas repetimos cita en el ciclo de Cine y Ciencia organizado por el Donostia International Physics Center y la Filmoteca Vasca. Un maravilloso empeño por unir dos mundos tan diferentes y tan parecidos a la vez.
En esta ocasión, tuvimos la ocasión de ver «El premio«, protagonizada por Paul Newman, Elke Sommer y Edward G. Robinson. Ambientada en la época de la guerra fría (quién la pillara ahora…) y en el contexto de la entrega de los premios Nobel, nos cuenta las peripecias y peleas de algunos de los galardonados. La verdad es que, no siendo una obra maestra, es una película entretenida y de la que sales con una sonrisa en la boca.
Como en otras ediciones, el ciclo lo abrió Pedro Miguel Echenique, científico navarro que ha recibido numerosas distinciones nacionales e internacionales. Un auténtico sabio con una habilidad especial para comunicar fácilmente lo complicado. Una competencia poco usual y muy demandada en estos tiempos.
De su presentación me quedé con un comentario que compartió relacionado con los premios: la «injusticia» que supone otórgarselo a una única persona.
Injusticia porque en muchas ocasiones el logro solamente es posible por la colaboración de varias personas. Para muestra, dos botones: el descubrimiento del Bosón de Higgs (la «partícula de Dios») gracias al trabajo de más de miles de científicos en el CERN o cómo una colaboración científica sin precedentes ha sido la clave para que hayamos podido dar con las vacunas que hagan frente a la pandemia.
Y también porque cada vez que alguien gana un premio, varios se han quedado en la frontera. Esa línea tan fina que define quién es el «mejor» y quiénes se han quedado con la miel en los labios teniendo parecidos méritos, habiendo aportado valor y dedicado un talento y esfuerzo similar.
El propio Echenique confesó haber estado en esas fronteras en varias ocasiones y lo hizo con el orgullo del que se siente parte de algo más grande y del que no necesita verse reconocido como ganador para sentirse feliz.
Oscar Garro
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