La brisa de Pandora

Una de las mejores cosas que puedes hacer en Nueva York es pasear. Sí, pasear sin rumbo observando todo lo que te rodea. El abanico de actividades que te ofrece la ciudad es interminable y esa disponibilidad te puede llegar a abrumar.

En uno de esos paseos, volviendo de un maravilloso concierto de jazz en Zinc Bar, me encontré en Washington Square con Amel, una chica argentina residente y nacida en NYC. Eran las 12:30 de la noche y estaba tocando la guitarra y cantando. Había refrescado pero me quedé un rato,  en el que pude comprobar su escasa destreza con los acordes.

Me acerqué con la intención de echar unas monedas en la funda de la guitarra pero…estaba cerrada! Ella se dio cuenta y me dijo que estaba allí aprendiendo a tocar y que su «maestro» llegaría enseguida. Así fue.

Llegó «él», Pandora. Acompañado de una brisa que me hizo decidir  quedarme un rato más. Un auténtico homeless que a esas horas ya dejaba entrever los efectos del alcohol. El nombre le venía de un letrero de su raida gorra y, a pesar de su aspecto, era (es) un artista…generoso. Llevaba toda la tarde enseñando pacientemente a Amel y animándole en su lento aprendizaje. Probablemente estaba perdiendo parte de su «salario», pero estaba disfrutando.

En unos minutos aparecieron otros «personajes» de esta historia,  tan real que no podría inventarse : Ramón, un joven de Boston que no podía ocultar su vida en la calle detrás de una cara chupa de cuero y de unos dientes demasiado blancos…Se podía intuir que, por su camino, había pasado más dinero que cariño.

De los otros dos no sé sus nombres. No hacía falta. El hijo nunca reconocido de Meat Loaf y el primo neoyorkino de James Brown no faltaron a la fiesta. Porque la brisa de Pandora atrajo a un grupo de desconocidos que empezaron a cantar Knocking on Heavens door.

En medio del «concierto», Ramón y yo nos fuimos a comprar unas cervezas a un 7-Eleven y las repartimos entre los que quedaban. Antes de marchar pagué la entrada. Las monedas se convirtieron en algún billete y, como imaginareis, las pude echar en la funda porque  en ese momento ya estaba abierta. Amel se levantó y me imitó,  echando unas monedas en el lugar que antes había sido su escenario.

Pandora recibió el dinero y las cervezas con una sonrisa de agradecimiento y, sinceramente, con una naturalidad que me hizo sentir fenomenal. Y es que, la generosidad, no solamente consiste en dar sin esperar nada a cambio,  sino en estar dispuesto a recibir, en ser generosos también a la hora de recibir.

He pasado muchas noches por allí después del concierto. Me apetecía volver a sentir aquella brisa agradable que me hizo recordar esa distinción que muchas veces utilizamos en los procesos de coaching. No he vuelto a ver a todos juntos y quizás no se vuelva a repetir la escena.

Eso sí, ayer Pandora me reconoció y chocamos los nudillos otra vez.

Oscar Garro

pd1: disculpad la calidad de la foto. He pensado que, aun así, merecía la pena porque recoge el momento álgido del concierto.

pd2: la versión de la canción, menos conocida, merece la pena

7 respuestas a “La brisa de Pandora

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  1. Muy chula la historia, Oscar. Nos has propuesto un buen comienzo de viernes escuchando «Knocking on Heavens door». Thanks, and good flight on your way back on tuesday!!! Ane

  2. Me ha gustado mucho la escena y cómo nos la has transmitido. Cómo un profesional de la escritura !! Sé generoso y estáte dispuesto a recibir el «piropo».;-) Buen viaje de vuelta, Teresa.

    1. Recibido. Gracias Teresa. Ya de vuelta y con las baterías recargadas. La brisa de NYC ha cumplido su cometido!

  3. Preciosa historia. Buen ejemplo de cómo pasear con «presencia» te permite ver-vivir aventuras que de otra manera, nunca vivirías.
    Gracias

    1. Gracias Mónica. Pues sí, esa «presencia» te permite observar las cosas percibiendo detalles que de otra manera no fomarían parte de la «realidad».
      Paseando por NYC (y por cualquier lugar) absolutamente abierto te convierte en una posibilidad para el resto que, normalmente, te esperan con los brazos abiertos.
      Un saludo
      Oscar

  4. Oscar. Estoy lagrimeando mientras escucho a Randy Crawford a las puertas del cielo de tu post. Gracias por esta preciosa escena, por esta literaria transmisión de un momento vivido de libertad, de intensidad, de «presencia» (como dice Mónica); y gracias por la distinción, tan bien traída….me da pena que te vuelvas, y dejemos de recibir estas brisas…..
    Ara

    1. Aquí estoy pero con la brisa «puesta».
      El último día volví a coincidir con Pandora. Bueno, en realidad ya era «otro». Llevaba otra gorra y, por tanto, probablemente se había convertido en otro artista.
      De hecho, le acompañaban otros músicos y, cuando cruzamos nuestra miradas, ya no me conocía…Dejé 2 dólares y me marché sonriendo: la brisa seguía ahí.
      Gracias Ara.
      Oscar

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